El seguidor de arcoiris se lava las manos con agua de lluvia y sin sacudirse del polvo nocturno remonta el camino que hizo la muerte por ser la primera que abriera una trocha en la selva que habría de alzarse la vida, el seguidor bien lo sabe y respeta su signo en la puerta, su signo en la puerta, su signo en la puerta, su puerta con signo.
Y no sabe, y no sabe, y no sabe, y no sabe de nada. Y no sabe, y no sabe, y no sabe, y no sabe de nadie.
En el fondo y en la superficie está más solo que un simple muerto, quizás más colores que busca los halle en las alas de un ángel o con los demonios o en otro universo mejor su pobre arco iris tiene dos colores el negro y el blanco y es triste la lluvia pintada con grises, qué cosa más triste, qué cosa más triste, qué cosa más triste, qué triste y qué cosa.
El seguidor ha cargado los hijos ajenos sobre sus rodillas gastadas pasando quien siembre semillas tendrá que velarlas cuando lo recuerda vacía sus bolsillos al suelo, bota los papeles, el polvo, la hoja de afeitarse, aunque son solo escombros que halla rodando en cunetas de cualquier camino, de cualquier camino, de cualquier camino, qué miedo a quedarse.
El seguidor de arco iris siempre se despide nadie lo conoce a mitad del saludo es un vagabundo lleno de recuerdos que será olvidado por ser tan ligero por no usar corbata ni polvo en el ceño por irse a llorar donde lloran los perros al fondo de un patio al fondo de un patio, al fondo de un patio, al fondo de un patio, de un patio sin fondo.
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