...Y de haber nacido en la tierra baja pudo ser timón y volverse al mar. Pudo ser rueda y ver mundo, ser mango, cuna o altar.
Pudo ser ceniza y humo o pudo, simplemente, no haber nacido donde manda el roble, pero ahí nació desafiando las reglas, consentida por el sol. Más cerca de las estrellas.
De abrazarse al suelo, a pelear la tierra con los aguaceros, de rellenar grietas con bojes, tomillos y enebros, de andar huyéndole al hacha que el amo blande ligero..., nudos amargos duelen en tus maderas, encina verde.
Que tus contornos te quieran, que te respete la muerte.
Que es bueno que cuando el haya enrojece y los caminos mudan de color, entre esqueletos de robles, salpiques con tu verdor las palideces del bosque.
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