Son astas de ciervo las aguas del cielo. Un caballo besa el rotundo sangrar de mi amor ciego, regando tu suelo.
Y es blanco el desorden de mis pensamientos. La dosis de hielo embellece la sien con sueños, con sueños de hierro.
Muerde con tijeras el huevo de nieve que rasga cariño en mi sed. Llueve con tus manos en mi rota cárcel sin mármol, pestañas de tren.
Condena en mi alma de voluntad yerma. La loca resina de mi desnudar te quiere, sin sombra te quiere.
No tengo qué darte, sólo mi desierto de rosas y vino, de ahogar despertar, pero te quiero, ay, niña, te quiero.
Sólo dime lunas para tener noches con moldes de ti y tu abrazar. Sólo dame adioses que rompan mis ojos y astillen mis brazos sin tu respirar.
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