Póngame otra primavera envuelta para regalo, y cárguela a mi condena de borracho solitario. Que horas y litros de mí ya no apaciguan mi alma, que esta ciudad hoy escuche mi plegaria a mano armada. Y otro equilibrista en el suicidio cotidiano, dirás:“un prófugo más de la implacable lucidez”. Pero yo hoy me haré el rey de un mundo extraño, si con el pecho abierto engaño a mi vértigo en este alambre.
Me he vuelto antibalas,
juego a todo o nada.
Dos sístoles por diástole,
el tedio mañana.
Me he vuelto antibalas,
¿qué importa ahora nada?
dos sístoles por diástole,
el tedio mañana.
Traduzco a mi nuevo idioma los tormentos y los gozos, y aunque sean tiempos de paz, soy un hombre belicoso. Que se devora a sí mismo empezando por las patas, que hace que no se enamora casi, casi, dos mañanas. Y aunque hace ya tiempo que no arrastro los nudillos, ni me aporreo el pecho enfrente de otros simios. Y aunque tal vez, me ponga triste por ti a medias: tengo el corazón de kevlar y me hace inmune a tus antojos. Me he vuelto antibalas,
juego a todo o nada.
Dos sístoles por diástole,
el tedio mañana.
Me he vuelto antibalas,
¿qué importa ahora nada?
dos sístoles por diástole,
el tedio mañana.
|