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Yo estaba vulnerable porque había descubierto
que las canciones no salvan los planetas;
vos estiraste el cuello de cisne de origami
y me negaste tu cuaderno de misterios.
Tenías una casa y un perro dinamita
y por las noches hablabas entre sueños;
la vida era más fácil en nuestra edad de piedra,
podíamos nadar los lagos de silencio.
Nada más llegar, algo traicionaba tu coartada:
dijiste que pasabas por acá.
Algo me avisó que me escapara, pero me tenía que quedar
al calor de una radio valvular.
Cuando el reloj marcaba demasiado tarde en punto
me claudicaste tu espada lapicera,
las hojas del cuaderno están todas en blanco,
había sido yo el autor de tu misterio.
La primera vez algo me asustó de tu mirada:
tus ojos me sabían escuchar.
Me invitaste a ver la madrugada, pero me tenía que quedar
al calor de una radio valvular.
Nada más llegar, algo traicionaba tu coartada:
dijiste que sabías cocinar.
Algo me avisó que me escapara, pero me tenía que quedar.
La primera vez algo me asustó de tu mirada:
tus ojos me sabían escuchar.
Me invitaste a ver la madrugada, pero me tenía que quedar
al calor de una radio valvular.
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Yo estaba vulnerable porque había descubierto
que las canciones no salvan los planetas;
vos estiraste el cuello de cisne de origami
y me negaste tu cuaderno de misterios.
Tenías una casa y un perro dinamita
y por las noches hablabas entre sueños;
la vida era más fácil en nuestra edad de piedra,
podíamos nadar los lagos de silencio.
Nada más llegar, algo traicionaba tu coartada:
dijiste que pasabas por acá.
Algo me avisó que me escapara, pero me tenía que quedar
al calor de una radio valvular.
Cuando el reloj marcaba demasiado tarde en punto
me claudicaste tu espada lapicera,
las hojas del cuaderno están todas en blanco,
había sido yo el autor de tu misterio.
La primera vez algo me asustó de tu mirada:
tus ojos me sabían escuchar.
Me invitaste a ver la madrugada, pero me tenía que quedar
al calor de una radio valvular.
Nada más llegar, algo traicionaba tu coartada:
dijiste que sabías cocinar.
Algo me avisó que me escapara, pero me tenía que quedar.
La primera vez algo me asustó de tu mirada:
tus ojos me sabían escuchar.
Me invitaste a ver la madrugada, pero me tenía que quedar
al calor de una radio valvular.